TRASTORNOS ALIMENTARIOS: ANOREXIA Y BULIMIA

TRASTORNOS ALIMENTARIOS: ANOREXIA Y BULIMIA

Autora: Elisa Ros Pérez, Psicólogía Positiva

Nuestra actual sociedad dominante nos infunda una necesidad constante de mantenernos “jóvenes y bellos/as”, la publicidad y los medios de comunicación están favoreciendo con los modelos que nos muestran un descontento entre l@s jóvenes hacia su cuerpo. Y en muchas ocasiones este descontento y la necesidad constante de sentirnos delgad@s y esbelt@s pueden llevarnos a conductas alimentarias poco saludables y, en otras ocasiones, a trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia.

La anorexia nerviosa se puede definir de manera médica como la pérdida excesiva de peso por debajo de 17,5 del Índice de Masa Corporal. Esta pérdida de peso se produce como consecuencia de la evitación deliberada del consumo de una dieta equilibrada y completa. Las personas que sufren anorexia nerviosa evitan consumir “productos que engorden” o “productos excesivamente calóricos”.

Algunas de las características más comunes entre las personas que sufren anorexia nerviosa son:

Practican ejercicio de manera excesiva.

Vómitos auto-provocados.

Purgas intestinales a base de laxantes y demás productos diuréticos.

Consumo de fármacos para la pérdida de peso.

Consumo de productos light.

Distorsión de la imagen corporal.

Pero la anorexia no sólo afecta al cuerpo, sino que va acompañada de una serie de síntomas psicológicos que son los que dificultan que los pacientes puedan superar la enfermedad si no es con un tratamiento psicológico específico. Los síntomas son los siguientes:

Distorsión de la percepción de la imagen corporal: Es quizá el síntoma más agudo y el que empuja a los pacientes a ingerir la menor cantidad posible de alimento. Íntimamente ligado a ello se encuentra la negación que hacen de su enfermedad, ya que su cerebro omite la información objetiva derivada de básculas, exámenes médicos, etc.

Cambio de carácter: Quienes padecen anorexia se van volviendo más retraídos, sobre todo porque evitan todo acontecimiento social que esté relacionado con la comida. También se vuelven más irritables, haciendo cada vez más complicado su trato con los demás.

Rasgos obsesivos: Aparecen rituales compulsivos a la hora de comer o preparar la comida. Poco a poco todo su mundo se centra de forma obsesiva en todo lo relacionado con la nutrición y el peso, el ejercicio físico, los productos adelgazantes, etc., de forma que su mundo se va reduciendo poco a poco.

Búsqueda de la perfección: Lo intentan a través de su propio cuerpo y al no lograrla (nunca alcanzan ese ideal que está en su cerebro) sienten una gran frustración que deriva en una depresión que suele ir acompañada de una gran sensación de fracaso y de vacío.

Las personas que sufren bulimia nerviosa suelen alternar períodos de restricción alimentaria con episodios de sobreingesta. La característica principal es que tras un período de reducción de la ingesta (dieta), aparecen frecuentes atracones de comida seguidos de vómitos autoinducidos para prevenir un posible aumento de peso (aunque también puede observarse el consumo de laxantes o diuréticos como método purgante alternativo o combinado). Al igual que en la anorexia nerviosa, todo lo descrito va unido, además, a un fuerte temor a engordar. Como fenómeno clínico no presenta unas características tan acusadas como la anorexia nerviosa, por lo que suele pasar más desapercibido para familiares y amigos. A menudo debuta con episodios restrictivos (como la anorexia nerviosa), aunque a medida que aumenta la restricción se incrementan paralelamente el número e intensidad de los atracones.

Aunque se trata de dos trastornos diferenciados, mantienen toda una serie de características comunes. Es habitual encontrar en los dos trastornos una serie de creencias irracionales (rígidas y extremas) relacionadas con la alimentación, el peso/silueta y la importancia de la imagen corporal.

En ambos casos, las pacientes tienden a sobredimensionar el tamaño de su cuerpo (o partes específicas de él), percibiéndolo mucho mayor de lo que realmente es. Parece ser que el alto nivel de insatisfacción corporal que muestran se asocia a una alteración de su percepción física. La importancia que conceden a su cuerpo hace que esta percepción les cause altos niveles de ansiedad y haga disminuir drásticamente su autoestima, situación que empeora el estado emocional e incrementa el malestar.

El miedo que experimentan relacionado con sus límites corporales (silueta, peso, etc.) facilita severas reacciones ansiosas que hacen más difícil lidiar con lo cotidiano. Los sentimientos depresivos también son comunes: así pues, la tristeza y el llanto son manifestaciones emocionales que acompañan a diario a estas jóvenes. Se ha demostrado que la inanición es (al menos en parte) causante de este estado de ánimo, por lo que una vez restaurada la alimentación equilibrada suelen mejorar su afecto (reducción de los síntomas ansioso-depresivos).

Se unen también problemas en las relaciones sociales. Suelen convertirse en jóvenes cada vez más solitarias, pues tienden a aislarse del grupo de iguales por temor a ser juzgadas. Poco a poco pueden llegar a generar una relación de dependencia hacia una persona (restricción del espacio social), bien sea alguno de sus progenitores, hermana o pareja; lo que provoca que éste (el cuidador principal) viva la situación como un fuerte estresor que deteriora el vínculo existente entre ambos. A menudo se trata de enfermedades incomprensibles para las personas cercanas, pues les resulta muy complicado entender cómo son capaces de verbalizar que están gordas cuando en realidad tienen cuerpos huesudos, o cómo no pueden resistir el impulso de ingerir cantidades de comida que sobrepasan con creces lo considerado “normal” por la mayoría de la gente. Por ello resulta fundamental trabajar también con los familiares, ya que son una pieza clave en cualquier tratamiento psicológico que persiga la excelencia.

Los trastornos de la conducta alimentaria se han convertido en una problemática difícil de enfocar por los múltiples factores que inciden en su aparición y mantenimiento, así como su estrecha relación con otras problemáticas (aislamiento social y fobia social).  Los alimentos constituyen nuestro mejor combustible para poder rendir a lo largo del día. Debemos tener un control responsable  y sano sobre aquello que comemos y sobre nuestra dieta, pero sin que esta responsabilidad nos domine y nos llegue a descontrolar. Debemos querer a nuestro cuerpo, mimarlo y ¡por qué no! decirnos todo los días lo mucho que nos queremos y los estupendas/os que estamos.

    Elisa Ros Pérez, Psicología Positiva

TRASTORNOS ALIMENTARIOS: ANOREXIA Y BULIMIA

TRASTORNOS ALIMENTARIOS: ANOREXIA Y BULIMIA

TRASTORNOS ALIMENTARIOS: ANOREXIA Y BULIMIA

Autora: Elisa Ros Pérez, Psicólogía Positiva

Nuestra actual sociedad dominante nos infunda una necesidad constante de mantenernos “jóvenes y bellos/as”, la publicidad y los medios de comunicación están favoreciendo con los modelos que nos muestran un descontento entre l@s jóvenes hacia su cuerpo. Y en muchas ocasiones este descontento y la necesidad constante de sentirnos delgad@s y esbelt@s pueden llevarnos a conductas alimentarias poco saludables y, en otras ocasiones, a trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia.

La anorexia nerviosa se puede definir de manera médica como la pérdida excesiva de peso por debajo de 17,5 del Índice de Masa Corporal. Esta pérdida de peso se produce como consecuencia de la evitación deliberada del consumo de una dieta equilibrada y completa. Las personas que sufren anorexia nerviosa evitan consumir “productos que engorden” o “productos excesivamente calóricos”.

Algunas de las características más comunes entre las personas que sufren anorexia nerviosa son:

Practican ejercicio de manera excesiva.

Vómitos auto-provocados.

Purgas intestinales a base de laxantes y demás productos diuréticos.

Consumo de fármacos para la pérdida de peso.

Consumo de productos light.

Distorsión de la imagen corporal.

Pero la anorexia no sólo afecta al cuerpo, sino que va acompañada de una serie de síntomas psicológicos que son los que dificultan que los pacientes puedan superar la enfermedad si no es con un tratamiento psicológico específico. Los síntomas son los siguientes:

Distorsión de la percepción de la imagen corporal: Es quizá el síntoma más agudo y el que empuja a los pacientes a ingerir la menor cantidad posible de alimento. Íntimamente ligado a ello se encuentra la negación que hacen de su enfermedad, ya que su cerebro omite la información objetiva derivada de básculas, exámenes médicos, etc.

Cambio de carácter: Quienes padecen anorexia se van volviendo más retraídos, sobre todo porque evitan todo acontecimiento social que esté relacionado con la comida. También se vuelven más irritables, haciendo cada vez más complicado su trato con los demás.

Rasgos obsesivos: Aparecen rituales compulsivos a la hora de comer o preparar la comida. Poco a poco todo su mundo se centra de forma obsesiva en todo lo relacionado con la nutrición y el peso, el ejercicio físico, los productos adelgazantes, etc., de forma que su mundo se va reduciendo poco a poco.

Búsqueda de la perfección: Lo intentan a través de su propio cuerpo y al no lograrla (nunca alcanzan ese ideal que está en su cerebro) sienten una gran frustración que deriva en una depresión que suele ir acompañada de una gran sensación de fracaso y de vacío.

Las personas que sufren bulimia nerviosa suelen alternar períodos de restricción alimentaria con episodios de sobreingesta. La característica principal es que tras un período de reducción de la ingesta (dieta), aparecen frecuentes atracones de comida seguidos de vómitos autoinducidos para prevenir un posible aumento de peso (aunque también puede observarse el consumo de laxantes o diuréticos como método purgante alternativo o combinado). Al igual que en la anorexia nerviosa, todo lo descrito va unido, además, a un fuerte temor a engordar. Como fenómeno clínico no presenta unas características tan acusadas como la anorexia nerviosa, por lo que suele pasar más desapercibido para familiares y amigos. A menudo debuta con episodios restrictivos (como la anorexia nerviosa), aunque a medida que aumenta la restricción se incrementan paralelamente el número e intensidad de los atracones.

Aunque se trata de dos trastornos diferenciados, mantienen toda una serie de características comunes. Es habitual encontrar en los dos trastornos una serie de creencias irracionales (rígidas y extremas) relacionadas con la alimentación, el peso/silueta y la importancia de la imagen corporal.

En ambos casos, las pacientes tienden a sobredimensionar el tamaño de su cuerpo (o partes específicas de él), percibiéndolo mucho mayor de lo que realmente es. Parece ser que el alto nivel de insatisfacción corporal que muestran se asocia a una alteración de su percepción física. La importancia que conceden a su cuerpo hace que esta percepción les cause altos niveles de ansiedad y haga disminuir drásticamente su autoestima, situación que empeora el estado emocional e incrementa el malestar.

El miedo que experimentan relacionado con sus límites corporales (silueta, peso, etc.) facilita severas reacciones ansiosas que hacen más difícil lidiar con lo cotidiano. Los sentimientos depresivos también son comunes: así pues, la tristeza y el llanto son manifestaciones emocionales que acompañan a diario a estas jóvenes. Se ha demostrado que la inanición es (al menos en parte) causante de este estado de ánimo, por lo que una vez restaurada la alimentación equilibrada suelen mejorar su afecto (reducción de los síntomas ansioso-depresivos).

Se unen también problemas en las relaciones sociales. Suelen convertirse en jóvenes cada vez más solitarias, pues tienden a aislarse del grupo de iguales por temor a ser juzgadas. Poco a poco pueden llegar a generar una relación de dependencia hacia una persona (restricción del espacio social), bien sea alguno de sus progenitores, hermana o pareja; lo que provoca que éste (el cuidador principal) viva la situación como un fuerte estresor que deteriora el vínculo existente entre ambos. A menudo se trata de enfermedades incomprensibles para las personas cercanas, pues les resulta muy complicado entender cómo son capaces de verbalizar que están gordas cuando en realidad tienen cuerpos huesudos, o cómo no pueden resistir el impulso de ingerir cantidades de comida que sobrepasan con creces lo considerado “normal” por la mayoría de la gente. Por ello resulta fundamental trabajar también con los familiares, ya que son una pieza clave en cualquier tratamiento psicológico que persiga la excelencia.

Los trastornos de la conducta alimentaria se han convertido en una problemática difícil de enfocar por los múltiples factores que inciden en su aparición y mantenimiento, así como su estrecha relación con otras problemáticas (aislamiento social y fobia social).  Los alimentos constituyen nuestro mejor combustible para poder rendir a lo largo del día. Debemos tener un control responsable  y sano sobre aquello que comemos y sobre nuestra dieta, pero sin que esta responsabilidad nos domine y nos llegue a descontrolar. Debemos querer a nuestro cuerpo, mimarlo y ¡por qué no! decirnos todo los días lo mucho que nos queremos y los estupendas/os que estamos.

    Elisa Ros Pérez, Psicología Positiva